W y los derechos humanos: el Presidente Bush envía un mensaje al mundo por Anne Bayefsky CHICAGO SUN TIMES “Los derechos humanos”, dijo el presidente en su discurso de apertura, exigen “la libertad humana”. No es un mensaje complicado, pero da de lleno en el mantra liberal. Nos dice por qué el partido Demócrata ha perdido el norte, por qué las organizaciones no gubernamentales (ONGs) o los supuestos representantes de la sociedad civil tales como Human Rights Watch han alienado a sus patrocinadores originales, o por qué las Naciones Unidas han perdido tanta confianza pública en América. Los líderes de estas organizaciones están unidos por su antipatía al Presidente Bush y a los Republicanos en general, y por su afecto igualmente entusiasta por los “derechos humanos”. Pero el presidente ha reclamado la agenda de los derechos humanos y ha izado la misma bandera en un buque insignia, dejando a la oposición unida en su mayoría por las rencillas en lugar de por la esperanza. Esta revocación comenzó con el ascenso y caída del imperio soviético. Los derechos humanos se dividían cuidadosamente en derechos civiles y políticos por una parte y derechos económicos, sociales y culturales por la otra. Las sociedades occidentales impulsaban los primeros, con la premisa de que la libertad era la condición humana esencial y un derecho hasta del que se moría de hambre o del indigente. Los soviéticos y sus satélites impulsaban los segundos, afirmando que los derechos civiles estaban en el aire hasta que se cumplían determinadas precondiciones. Este estancamiento de las cosas continuó hasta que la derrota del Comunismo hizo obvio que la libertad era principal. La caída del Muro de Berlín llevó a muchos a proclamar que la colisión de los derechos humanos y los conflictos eran passé. En 1993, las Naciones Unidas convocaron la Segunda Conferencia Mundial de Derechos Humanos de la historia de la ONU, habiendo tenido lugar la primera bajo los auspicios del Shah en 1968 en Teherán, y no habiéndose celebrado ninguna desde entonces. A puerta cerrada, durante dos semanas, los estados de la ONU libraron una batalla épica por la supremacía de los derechos humanos. Como participante en el grupo de trabajo, vi las negociaciones y la fabricación del producto: la Declaración de Derechos Humanos de Viena. Aunque se suponía que la Conferencia Mundial de Viena iba a conmemorar el vigésimo aniversario de reconfirmación de los  principios de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, resultó ser en su lugar un punto de inflexión de esos principios. La Declaración de Viena hizo dos declaraciones nuevas: “Todos los derechos humanos son universales, indivisibles e interdependientes y correlacionados”. Y “el significado de las particularidades nacionales y regionales y los distintos contextos históricos, culturales y religiosos deben ser considerados….” Solamente algunos años después del difunto imperio soviético, el choque este - oeste simplemente se había escindido. Por una parte se encontraban los estados democráticos occidentales y algunos aliados democráticos de otras regiones del mundo, y por otra se encontraban los estados no democráticos, los países islámicos, y la mayor parte de las naciones en desarrollo. Los derechos universales iban a ser modificados mediante particularidades. Las posteriores conferencias de la ONU acerca de desarrollo social, población y mujeres fueron incluso más allá. Afirmaron que el progreso en el desarrollo global estaba condicionado al “respeto completo a los diversos valores religiosos y éticos, los contextos culturales y las convicciones filosóficas de los pueblos de cada país” e incluso “al respeto completo a… las convicciones de individuos….” Después de apilar todas las modificaciones, la regla número uno no era la universalidad, mediante la noción de que los mismos derechos se aplican a todos los seres humanos, en Malasia como en Estados Unidos. La naturaleza y la extensión en que se poseían los derechos dependían de mucho más que de ser humano. El servicio oral continuó pagándose mediante dignidad humana, pero el relativismo era la regla estándar. La noción de los derechos humanos como “indivisibles e interdependientes y correlacionados” fue una excusa para predicar a los cuatro vientos derechos civiles y políticos, o libertad, mediante todo un abanico de afirmaciones --  algunas reales, algunas imaginadas. La lista de derechos humanos incluye hoy, por ejemplo, el derecho a estar libre de basura tóxica. A lo largo de los años, los que se oponen a la libertad han dado a su proyecto muchos títulos sonoramente nobles. Afirman ser los campeones de la soberanía nacional, la no interferencia en la jurisdicción nacional, la cooperación (en lugar de las consecuencias serias de los pobres historiales en derechos humanos), la “no selectividad” (evitar la identificación particular del autor de abusos notorios), y los “deberes humanos” debidos a los gobiernos. A pesar del hecho de que la agenda anti libertad era transparente, y de que el relativismo moral era omnipresente, los liberales y los defensores de los derechos humanos en occidente estaban acobardados por acusaciones de colonialismo, racismo y avaricia. Ellos mismos pusieron en duda el universalismo y su habilidad de distinguir el bien y el mal. Los enemigos de la libertad demostraron ser camaleones con mucho éxito. Adoptaron el centro del escenario de derechos humanos para perpetuar la represión, siendo el grito favorito el de la igualdad y la no discriminación. Los comunistas engañaron a muchos en su momento. Los fundamentalistas islámicos engañaron a más. ¿Así que dónde nos encontramos hoy?. En una lucha por los corazones y las mentes de los donantes así como de los receptores, los liberadores así como de los liberados. Los derechos humanos son la divisa política más potente de nuestro tiempo. Se aplican a cada vecindario global sin importar lo mucho que se aferren los déspotas a la política de xenofobia o antisemitismo. Como el Presidente Bush demostró en su mensaje de apertura, los derechos humanos no son propiedad de los Demócratas, de las ONGs, o de la ONU. Por el contrario, hoy, a los autoproclamados guardianes de los derechos humanos y el internacionalismo les han explotado en la cara.