La convención de Ginebra: aplíquese sólo a Occidente por Anne Bayefsky Kofi Annán disolvía bajo presión la Comisión de Derechos Humanos de la ONU después de que la Comisión se desacreditase repetidamente, llegando a elegir un presidente libio. Su sucesora hoy -- el Consejo de Derechos Humanos de la ONU -- está demostrando ser peor que aquello a lo que sustituyó. El Consejo conmemoraba en su última semana de trabajo su primer aniversario en Ginebra, Suiza, adoptando una agenda que supone una afrenta al mundo civilizado. Elimina la labor de investigar las violaciones de derechos humanos en las brutales dictaduras de Bielorrusia y Cuba -- de izquierdas -- y en su lugar centra su atención únicamente en Israel. También informa por escrito de un nuevo  código de conducta con el que los demás investigadores de derechos humanos van a ser así atados corto: el recién adoptado Código de Conducta afirma que el fracaso a la hora de no ejercer la contención, la moderación y la discreción será motivo de despido. La Asamblea General de la ONU creaba el Consejo de Derechos Humanos sin especificar ningún criterio de ingreso, tal como, digamos, respetar realmente los derechos humanos. El consejo abarca ya a países como Angola, Azerbaiyán, China, Cuba, Egipto, Qatar, Rusia o Arabia Saudí. Menos de la mitad de sus miembros, utilizando el baremo de la Freedom House, son democracias plenas. Y después de la exitosa apuesta de los bloques regionales por asumir el control dentro del Consejo, la Organización de la Conferencia Islámica lo domina hoy. El resultado es la destrucción de un sistema de derechos humanos creado a lo largo de décadas, con una nueva obsesión intensa en Israel. Israel ha venido siendo el objeto de tres sesiones especiales, ha sido señalado en el 75% de las resoluciones específicas de países del Consejo, y continuará siendo rutinariamente condenado hasta que los miembros del Consejo decidan que la ocupación ha terminado -- una ocupación que muchos miembros piensan que comenzó con la propia creación de Israel. Mientras tanto, existe un ensordecedor silencio en torno a los demás 190 miembros de la ONU, con señales de que las investigaciones de los restantes países terminarán pronto. Hubo unas cuantas resoluciones que instaban a mayor cooperación con Sudán. Otra resolución, sobre la libertad de expresión y opinión que viene siendo asidua de la Comisión desde 1985, nunca llegó a salir del Consejo. Fue descarrilada por el Grupo de Estados Árabes. El Consejo sí adoptaba una resolución titulada Combatir la difamación de religiones. Afirma que la libertad de expresión debe ejercerse con responsabilidad y tiene que ser limitada para proteger el orden público, la sanidad o la moralidad y el respeto a las tradiciones y creencias. La única religión que se menciona es el islam. Con los prolegómenos traducidos y difundidos en Internet, el Consejo viene sirviendo ya como plataforma de simpatizantes terroristas. La semana pasada, Argelia llamaba un medio legítimo de liberarse a la violencia de los palestinos y, en una tentativa por escudarse de la acusación de discriminación a Israel, decía que el antisemitismo no es el privilegio de un grupo reducido... los árabes también son víctimas de este tipo de prejuicios.Sobre Sudán, el Consejo esperaba primero seis meses, y después decidía iniciar otra misión de investigación de la ONU. Cuando Sudán rechazó dejar entrar en el país a los inspectores de derechos humanos, el Consejo creaba un grupo de expertos, que se quedaba en Ginebra, para centrarse en revisar documentos de la ONU. La última semana, el Consejo daba al grupo seis meses más. Mientras tanto, 2 millones de personas se han visto desplazadas y hasta 400.000 han muerto en Darfur. El Consejo obliga a cada miembro de la ONU a un examen periódico universal. Pero es que los inspectores incluyen a los violadores de los derechos humanos dentro del Consejo, y los exámenes tendrán lugar solamente una vez cada cuatro años. También serán celebrados según las directrices trazadas en torno a que se deben tomar en cuenta los rasgos específicos de los países y que se deben llevar a cabo de una manera... no politizada y no enfrentada y no sobrecargar abiertamente al estado en cuestión . El acta final del primer año de Consejo también designa un nuevo método para nombrar inspectores de derechos humanos de la ONU independientes. De ahora en adelante, el Consejo en persona los va a elegir. Las nuevas normas de gobierno también reducen la autoridad del inspector a llamar la atención sobre casos individuales o llamamientos urgentes a la acción. John Bolton, el entonces embajador norteamericano ante la ONU, veía venir todo esto un año atrás. Aconsejaba votar en contra de la creación del Consejo y en contra de la solicitud norteamericana de ingreso en él (Estados Unidos siguió su consejo). Sus intuiciones han demostrado ya ser ciertas. El mérito también es de Canadá, un miembro del Consejo que la última semana exigía que el Consejo votase sus planes para los próximos años. El presidente del Consejo, Luis Alfonso d'Alba, de México, ridiculizaba el esfuerzo canadiense. La solicitud de una votación fue entonces descartada mediante votación, 46 a 1. La lección política aquí es que Estados Unidos y Canadá no tienen el poder para presionar al Consejo para que proteja los derechos humanos, y la Unión Europea prefiere esconder su propia debilidad y sacrificar a Israel a cambio de unirse al consenso. Esto proporciona una fachada de credibilidad a los enemigos de los derechos humanos. También deja al contribuyente americano, que sufraga el 22% de la factura de toda esta charada, con una única opción: dejar de financiar al Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Anne Bayefsky es doctora en Derecho Internacional magna et suma cum laude por las universidades de Toronto y Oxford (la primera mujer en lograrlo) y es un miembro distinguido del Hudson Institute, el Instituto Hoover y la Fundación para la Defensa de las Democracias.