Votación contra el odio antes de Navidad en la ONU por Anne Bayefsky En las Naciones Unidas del siglo XXI, hay contados momentos escogidos de claridad moral. El sábado 22 de diciembre, a las 12:30 de la mañana, tenía lugar uno de ellos. A las 12:48 de la mañana tenía lugar otro. En representación de los americanos decentes de todas partes, el embajador Mark Wallace, Representante norteamericano de Gestión y Reforma de la ONU, votaba en contra del antisemitismo protagonizado por la organización y las tentativas de diezmar a Israel en el campo de batalla político. A las 12:35 de la mañana, junto con los representantes diplomáticos de otros 39 estados de la ONU, Wallace votaba en contra de utilizar el dinero de la ONU para sufragar Durbán II -- una conferencia en el 2009 modelada a imagen de la infame y racista conferencia anti-racismo celebrada hace seis años en Durbán, Sudáfrica. A las 12:48 de la mañana, habiéndose perdido la votación 94 a 40, el representante del mayor donante económico con diferencia de la ONU votaba en solitario contra del presupuesto regular de la ONU 2008-2009 porque se había incluido dinero destinado al fomento del odio. La primera conferencia de Durbán terminaba tres días antes del 11 de Septiembre. Me encontraba por casualidad mudándome a Nueva York directamente desde Durbán el 9 de septiembre. Hubiera sido difícil pasar por alto la relación entre las fuerzas globales del odio que desbordaban las calles y las salas de reuniones de una ciudad, y las consecuencias del fascismo y de ese odio en otra ciudad 72 horas más tarde. Israel y Estados Unidos abandonaron Durbán I, y el embajador Wallace informaba la mañana del sábado a la Asamblea General que Estados Unidos se niega a pagar por revisitar un acontecimiento que fue repugnante para mi país y una deshonra para la comunidad internacional. Wallace entendía perfectamente lo que significa revisitar Durbán. Comprendió que envenenar las relaciones entre culturas, razas y religiones supone una enorme amenaza para la paz y la seguridad internacionales y la protección verdadera de los derechos humanos. Durbán I, por ejemplo, incluyó invitaciones a Fidel Castro y Yaser Arafat para que agitasen despotricando ante una audiencia acreditada por la ONU. Durbán I incluyó manifestantes con pancartas como Para la liberación de Quds se tienen que utilizar ametralladoras montadas en la fe y el Islam o La sangre de los mártires riega los árboles de la revolución en Palestina. El centro cultural judío de Durbán fue clausurado porque la policía juzgó demasiado amenazadores a los congregados, mientras que la única sección acerca del antisemitismo terminó de manera súbita después de que un torrente de asistentes a la conferencia interrumpiera gritando sois asesinos, sois asesinos. Los folletos repartidos a diario en las mesas de los representantes en la conferencia incluían Fuera con el apartheid Nazi-Israelí. Al final de la sesión, las organizaciones no gubernamentales decidían que el sionismo es racismo mientras que los gobernantes declaraban a Israel el único practicante mundial de racismo. Pero Israel y los judíos no fueron los únicos objetivos de las multitudes en Durbán. Los gobiernos de los Estados Unidos y la Unión Europea también se descubrieron de pronto en el punto de mira. Los estados árabes despotricaban acerca de la esclavitud occidental -- como si ellos no tuvieran ninguna relación con su propio historial largo y mediocre de esclavizar a los africanos negros. Zimbabue se despachaba acerca del racismo occidental -- como si Mugabe no fuera uno de sus practicantes más devotos en todo el mundo. Los estados musulmanes aullaban acerca de la intolerancia racial occidental mientras millones de trabajadores inmigrantes siguen languideciendo en los vertederos de Arabia Saudí y las minorías étnicas y religiosas son torturadas y reprimidas por todo Oriente Próximo. La conferencia original de Durbán dio lugar a una miríada de actividades de seguimiento montadas para culminar en Durbán II -- o la Conferencia de Revisión de Durbán, como se llama oficialmente. El aparato de Durbán se ha convertido en el vehículo primordial del G-77, el portavoz institucional del mundo en vías de desarrollo, para atacar a toda democracia occidental, y especialmente a Israel, con la acusación de racismo. El fenómeno único de la conferencia mundial de la ONU atrae a miles de miembros de organizaciones no gubernamentales, diplomáticos de todos los 192 estados miembros de la ONU, observadores, medios de comunicación, educadores, parlamentarios y jefes de estado. Las normas de relaciones en la ONU se prestan al proceso de convertir tales creaciones en la tormenta perfecta: las salas de conferencias se llenan de inocentes y bienintencionados defensores de los derechos humanos incapaces de distinguir entre gobiernos encabezados y no encabezados por el estado de derecho, déspotas con miedo a la libertad, criminales manipuladores que disfrutan del caos, racistas y antisemitas que disfrutan con la intolerancia, y gobiernos cuyo único objetivo es gritar racismo por doquier en un lugar lleno de gente para poder desviar la atención de la basura que se amontona bajo sus alfombras. Durbán II promete llevar el choque de civilizaciones a nuevas cotas de hipocresía e inflamar la intolerancia racial y religiosa por todo el mundo. El grito de guerra de la ONU era esta vez la islamofobia. Islamofobia en la ONU no se invoca para aludir a las legítimas reclamaciones de discriminación que erróneamente ponen sus miras en las personas de religión islámica. Se ha convertido en un término que sirve de cajón desastre para histéricas acusaciones de que las democracias occidentales están inmersas en una guerra hilarante por poner fin al terrorismo como complot para subyugar a los musulmanes en todas partes. Conocedor de que la mejor defensa es un buen ataque, Pakistán (en representación de los 56 estados miembros de la Organización de la Conferencia Islámica) realizaba el siguiente anuncio el día de apertura de la reunión preparatoria para Durbán II celebrada el pasado agosto. La difamación del Islam y la discriminación contra los musulmanes representan la demostración más inefable de que los medios de comunicación del mundo permiten la difamación y la blasfemia en esta forma... Así se marcaba el inicio de una agresiva campaña encaminada a limitar la libertad de expresión, bajo los auspicios de Durbán II. Y hasta toparse con Mark Wallace, tenían el camino despejado para salirse con ello. El 19 de diciembre de 2007, los funcionarios de la ONU difundían un documento sobre Las implicaciones presupuestarias del programa de Durbán II. Los comunicados PBI, así es como se llaman, pretenden garantizar que los estados miembros de la ONU valoran en su totalidad las consecuencias financieras de las decisiones tomadas. El G-77 estaba tan convencido de su capacidad para hacer tragar cualquier cosa por el gaznate de la ONU que este comunicado PBI es único con diferencia. Reza que la ONU solamente puede dar una estimación aproximada de que la factura de los preparativos de Durbán II rondaría los 6.800.000.000 de dólares, pero no se limita a ello: El Comité recomienda que la Asamblea General tome nota de estas estimaciones preliminares. A la conclusión de las reuniones y las negociaciones y la determinación de la estructura de la Conferencia de Revisión de Durbán, incluyendo las reuniones preparatorias regionales, se enviará información detallada sobre las implicaciones financieras. El embajador Wallace caracterizaba esta tentativa obvía de saltarse hasta las normas de responsabilidad fiscal más elementales como la gota que colma el vaso. Estas votaciones pueden marcar el punto de inflexión en dos frentes multilaterales clave. En primer lugar, podrían marcar el inicio del final de la disposición norteamericana a derrochar miles de millones de dólares en una ONU que pasa por alto su corrupción, su mala gestión y su fracaso a la hora de reformarse. En segundo lugar, a la vista de los 39 votos más contra la financiación de Durbán depositados por la Unión Europea, Canadá y Australia, se podría marcar el final de la confusión occidental frente a la estrategia de acaparar la política exterior de la ONU característica del G-77 y la Organización de la Conferencia Islámica: representar teatralmente un ultraje moral fraudulento. Siendo optimistas, esta votación despeja el camino a que los contables del Congreso de los Estados Unidos sigan el hilo de la misión norteamericana ante la ONU -- garantizar que la financiación de Durbán es eliminada inmediatamente de cualquier asignación económica destinada a la ONU a cargo del contribuyente norteamericano. Anne Bayefsky es doctora en Derecho Internacional por las universidades de Toronto y Oxford y es un miembro distinguido del Hudson Institute, el Instituto Hoover y la Fundación para la Defensa de las Democracias.